A veces pienso que olvidé escribir, que entre batida y batida de la vida, algo de lo que soy se pierde. Una especie de peaje que se abona por el regalo de estar vivos, o quizás una entrega a cuenta de la promesa de una vida mejor.
En otras ocasiones he escrito sobre los instantes, sobre el precioso momento que pasa ante ti durante una fracción de segundo, y de la terrible ceguera que nos impide disfrutarlo, y que no es otra que nosotros mismos y el conjunto de realidades que dibujamos en torno a nosotros a modo de excusa vital. Ayer, viendo a mi vida debatirse entre lo correcto y la necesidad imaginé, desde el principio, como habría sido, si cada una de las opciones que se me presentaron hubieran sido resueltas con otro signo. Las interrogantes cubrieron, en poco tiempo, el cielo onírico que sobrevolaba el escenario imposible. La única conclusión que extraje del extraño experimento fue que mi vida es ahora un castillo de naipes que sigue creciendo a la espera del temporal...
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