lunes, junio 30, 2008

Diario de pocos dias 3

"Algunas veces vivo
y otras veces
la vida se me va con lo que escribo;
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo
que te arañe el corazón;
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión..."

Joaquín Sabina - "Que se llama soledad"

A veces hay capitulos que se esfuman de las páginas de tu historia con previo aviso y varios acuses de recibo, es el tiempo el que realmente les da el valor que poseían y que entonces no supimos ver, es el enorme hueco que media entre las dos orillas de nuestra memoria(su recuerdo y la ausencia)lo que marca en ocasiones esos aprendizajes que con sangre entran y que son los primeros pasos hacia lo que se denomina madurez.

Muchos recuerdo, pero pocos hicieron tanta mella como uno que tuvo lugar en la esquina de Quevedo, donde ella cerró el ciclo del más bello de los platónicos, exprimió el castellano para hacerme entender como suena el dolor, cual es el verdadero rostro de la decepción. Multitudes han pasado por mi en este tiempo pero aún resuena el eco de mi incapacidad, la estupidez de mi soerbia, el rasgón de su lamento. Aún queman sus palabras en mi conciencia y todavía hoy le sigo debiendo un beso, aunque muchas madrugadas siga colgandome furtivo de sus labios.

Fue un profundo adiós de los de libro, que quise vestir de hastaluego, un error que seguiré persiguiendo en mi presente, ahora que ya los días son más cortos, y la memoria se empieza a anclar en atardeceres pasados.

viernes, junio 20, 2008

Diario de pocos dias 2

Y si por un instante se cayeran las mentiras veniales que llenan nuestra boca y anteceden a nuestro yo; si las máscaras que conforman el complejo puzzle de nuestra identidad en las pupilas de otros, en los reflejos de los espejos de los que huimos, se tornasen transparentes como el agua del manantial dejando ver-nos a la luz de esa mirada que tanto tememos, que tanto protegemos, a la que tanto engañamos.

viernes, junio 13, 2008

Diario de pocos dias 1

Resulta difícil, en los días que corren encontrar un instante en el que parar, robarle tiempo al minutero, apearse del tren del estrés que conduce a esta sociedad a ritmo de descarrilamiento y recapacitar sobre lo que somos, sobre como llegamos a este punto que hoy se encuentra justo en el medio de ninguna parte, y más difícil aun es verterlo todo en un folio en blanco, o como es mi caso en un pedazo de papel color hueso. Nunca me planteé, de crio, el trasladar mi día a día a una posteridad casi anónima, pero que resultase, en definitiva posteridad. Tenía demasiadas cosas que hacer, juegos que inventar, partidos de recreo que ganar, niñas que rescatar del banco donde por obra y gracia de unas reglas más viejas que nosotros, esperaban presas celosamente guardadas por un tal Oscar, que si bien por gordo no era el más rápido de la clase, si ponía un empeño especial en obstaculizar cualquier intento de acercarse al excitante “premio”. Escribir, no entraba dentro de los planes de un niño, que como muchos se sentía eterno. Para el que alcanzar el final de un día no resultaba gran cosa, contemplado desde la certeza de que una vez cerrase los ojos, una biblioteca de sueños le llevaría al comienzo de un día nuevo, incluso, en alguna de estas mañanas de un tardío diciembre, en las que el día empieza a crecer pero aún le cuesta no quedarse remoloneando entre las sábanas una hora más. Mañanas en las que, como en esta, todo parece tranquilo a la tenue luz cetrina de las farolas, iluminando los pasos ralentizados de los que se apresuran a cumplir con el reloj como cada día, o las legañas congeladas de los niños que de mala gana acuden a despedir con un “hasta luego”, por mas que les pese a sus padres, las aulas. Y es que de niño, no entra dentro del programa educativo la materia dedicada a valorar la vida, o quizás, y sin echar balones fuera, dispongamos de un resorte para rechazar cualquier tipo de límite, una especie de prerrogativa durante la cual se te permite ser feliz jugando con los ojos vendados a acertarle con un palo a la gran piñata de las oportunidades que se balancea sobre nosotros.

Hablo de infancia, de niñez, intentando de alguna forma parapetarme tras las trinchera de lo que queda lejano, de lo que siempre se asocia con tiempos mejores. Buscando en ese periodo de tiempo reservado a la inopia una playa tras el naufragio.

Juventud, vida, libertad, rebelión, inconformismo, amor...palabras que pronuncié tantas veces que las vacié de contenido. Dialéctica, verbo, inteligencia, dones que nunca aproveché confiando, quizás, en que todo saldría adelante, que todo podía salvarse, me tenía a mi, y era suficiente. Lo único es que me olvidé de que mi “yo” reclamaba atención, cuidados, dedicación para poder seguir adelante, para sanar a ese mundo que, enfermo de muerte, llevaba agonizando sin terminar de morir casi desde que existe historia. Me olvidé de mi y en sustitución me cambié por las miradas críticas de la sociedad que tan ferozmente combatía, por los abrazos que me regalaban, los besos que robé, y las alabanzas que me mintieron. Ahora, sombra de lo que siempre se quedó en condicional, en el eterno “ pudo ser”, encuentro las palabras, el tiempo y las ganas de escribir mi día, en un intento de buscar en esta auto inmolación una redención, o simplemente una oportunidad, una más.

Madrid, Paseo del Prado, 12 de mayo de 2008