Resulta difícil, en los días que corren encontrar un instante en el que parar, robarle tiempo al minutero, apearse del tren del estrés que conduce a esta sociedad a ritmo de descarrilamiento y recapacitar sobre lo que somos, sobre como llegamos a este punto que hoy se encuentra justo en el medio de ninguna parte, y más difícil aun es verterlo todo en un folio en blanco, o como es mi caso en un pedazo de papel color hueso. Nunca me planteé, de crio, el trasladar mi día a día a una posteridad casi anónima, pero que resultase, en definitiva posteridad. Tenía demasiadas cosas que hacer, juegos que inventar, partidos de recreo que ganar, niñas que rescatar del banco donde por obra y gracia de unas reglas más viejas que nosotros, esperaban presas celosamente guardadas por un tal Oscar, que si bien por gordo no era el más rápido de la clase, si ponía un empeño especial en obstaculizar cualquier intento de acercarse al excitante “premio”. Escribir, no entraba dentro de los planes de un niño, que como muchos se sentía eterno. Para el que alcanzar el final de un día no resultaba gran cosa, contemplado desde la certeza de que una vez cerrase los ojos, una biblioteca de sueños le llevaría al comienzo de un día nuevo, incluso, en alguna de estas mañanas de un tardío diciembre, en las que el día empieza a crecer pero aún le cuesta no quedarse remoloneando entre las sábanas una hora más. Mañanas en las que, como en esta, todo parece tranquilo a la tenue luz cetrina de las farolas, iluminando los pasos ralentizados de los que se apresuran a cumplir con el reloj como cada día, o las legañas congeladas de los niños que de mala gana acuden a despedir con un “hasta luego”, por mas que les pese a sus padres, las aulas. Y es que de niño, no entra dentro del programa educativo la materia dedicada a valorar la vida, o quizás, y sin echar balones fuera, dispongamos de un resorte para rechazar cualquier tipo de límite, una especie de prerrogativa durante la cual se te permite ser feliz jugando con los ojos vendados a acertarle con un palo a la gran piñata de las oportunidades que se balancea sobre nosotros.
Hablo de infancia, de niñez, intentando de alguna forma parapetarme tras las trinchera de lo que queda lejano, de lo que siempre se asocia con tiempos mejores. Buscando en ese periodo de tiempo reservado a la inopia una playa tras el naufragio.
Juventud, vida, libertad, rebelión, inconformismo, amor...palabras que pronuncié tantas veces que las vacié de contenido. Dialéctica, verbo, inteligencia, dones que nunca aproveché confiando, quizás, en que todo saldría adelante, que todo podía salvarse, me tenía a mi, y era suficiente. Lo único es que me olvidé de que mi “yo” reclamaba atención, cuidados, dedicación para poder seguir adelante, para sanar a ese mundo que, enfermo de muerte, llevaba agonizando sin terminar de morir casi desde que existe historia. Me olvidé de mi y en sustitución me cambié por las miradas críticas de la sociedad que tan ferozmente combatía, por los abrazos que me regalaban, los besos que robé, y las alabanzas que me mintieron. Ahora, sombra de lo que siempre se quedó en condicional, en el eterno “ pudo ser”, encuentro las palabras, el tiempo y las ganas de escribir mi día, en un intento de buscar en esta auto inmolación una redención, o simplemente una oportunidad, una más.
Madrid, Paseo del Prado, 12 de mayo de 2008
2 comentarios:
amoreeeee!!!!ze poz ematen didan berriz ere zure hitzak irakurtzeak!!!asko maite zaitun zure lagun zaharra......MUXUTXUS!!!!
Deja que la lluvia acaricie tus párpados
y que la humedad se clave en tu piel,
deja que esta noche tus pies anden descalzos,
no los pares si empiezan a correr.
Deja que el deseo por una vez se cumpla,
deja que el silencio te susurre otra vez,
deja que tu ausencia en una depresión se hunda,
deja que el niño que llevas dentro vuelva a nacer.
Deja que la gente pase a ambos lados sin tocarte
y que el neón de la noche se clave en tu sien,
deja que la duda que hay en tu mente no pregunte
y que no se clave, que ni siquiera hable
y que se muera solo por esta vez.
Deja que los coches te salpiquen cuando pasen,
que mojen tu risa, con tu puta prisa antes de morder
esa manzana envenenada por un jodido martes,
que se pregunten que haces en la calle,
que no se den cuenta de ese detalle.
Que esto es un paseo como los de antes,
el que nadie se busca, nadie quiere encontrarse,
que todo se vuelca en un vaso vacío,
que no hay más nostalgia que la de perderse.
Si duele un recuerdo, te cura el olvido,
si duele la cabeza, con Hemicraneal vale.
si buscas ayuda, chungo, esta noche estoy solo conmigo.
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