martes, diciembre 22, 2009

Para la penúltima pagina de tu Moleskine

Porque hay palabras dadas que no tienen fecha de caducidad, y se entierran en las arenas del tiempo para ese momento en el que un falso recuerdo inunde tu memoria trayendo de nuevo mi nombre a tu instante presente, es tiempo de escribir sin barreras, letras desnudas de artificio, lágrimas de sentimiento crudo.

Me juré no sufrir más por amor y por ello abrazé a la soledad como un estado condena escogido y amparado por un exilio plagado de nostalgias, mi corazón está cansado y cada latido que porta un nombre le duele. En medio del zenith del caos apareciste y con tres instantes robados a lo imposible batiste las contraventanas de mi resistencia, tras morir en tu regazo supe que las utopías aplazadas se pagan con las amargas lágrimas de los odios cotidianos que rellenan los espacios que la pasión no completa, del espacio vacio entre nuestras miradas que no se encuentran, de la innegable realidad de las cosas que empieza por la distancia de dos mundos que transcienden los kilómetros y los oceanos.

Con cada susurro me mentía hasta perder la voz, queriendo creer en justo lo contrario de lo que la razón repetía y sólo me rebelaba inutil e infantilmente sellando el "te quiero" en mis labios, como el que le pone puertas al mar...

Tras la tormenta solo queda el silencio y la condena a la hoguera de los recuerdos perdiendose, como si de una maldición se tratara, los momentos en la impostura que torpemente simula que nunca exististe, que se inevnta un epitafio, que acumula razones sin sentido para alimentar el paso que hay del amor al estado opuesto.

Y yo sigo sin valer para este juego, y algún dia si te vuelvo a encontrar todavía me quedará un saludo para ti, y los puntos suspensivos que siempre se continuan con una cerveza en algún rincón con el encanto del reencuentro, una vez más reenganchado a lo imposible transformado en improbable, aunque por ahora no sea...

Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos.

Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…

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