jueves, septiembre 07, 2006

Aves de paso

Desde aquel cuarto de basuras donde se me reveló la verdad del tesoro bajo la falda, por obra y gracia de aquel precioso proyecto de niña bien, orgullo y pecado del prototipo de españolitos de pro. Hasta aquella que me robó un beso o cien en una noche de verano donde perdí lo poco de honesto que preservaba mi ya abusada adolescencia, ebrio de sueños, de vino de pitarra y mentiras cargadas con la pólvora del que está dispuesto a largarlas y recibirlas.

Pasando por la vecina de un barrio rico de la América más opulenta, con pupilas oscurecidas por el morbo y la lascivia, germen de una sociedad hipócritamente casquivana; por la quinceañera de colegio de monjas y credo diario que me enseñó a besar, que me invitó a acariciar y perderme entre las páginas de piel y humedad en las que se escribe la peor y más maravillosa de las artes que hoy me envenenan el alma; por la más loca de las amantes que arrancó pétalos carmesí de mis labios y 7 adioses con su correspondiente “hola”.

A aquella que escandalizaba con su presencia, y que me eligió como partener un cuarto de noche, enseñándome entre las paredes de un lavabo que los más memorables capítulos de la vida se escriben con tinta distinta a la convencional. A mis amigas reconvertidas de las que hoy seguro que soy el único de los cuatro que conserva un más que buen recuerdo. A la que serví de huida de corto recorrido, a las que me pusieron por manto y sayo un engaño cómplice y que sellaron nuestro carnaval particular con un torpe “nos llamamos”. A la Mujer que con la sola ayuda de nuestros cuerpos me ayudó a escribir y representar mi noche “X”, con un Madrid prestándonos como escenarios improvisados los callejones de Chueca, un par de corazones en deshielo en el rol de secundarios y una mañana devolviéndonos abruptamente hacia el desenlace. A la reina de las fiestas que tiñó su falda entre eras recién segadas, la madrugada de su elección…

A las que no pertenezco y siguen en mi; a las que recuerdo pero se salen de los márgenes de lo confesable; a todas las páginas de una vida que aún sigue escribiéndose “A las flores de un día que no duraban,/que no dolían,/que te besaban,/que se perdían./Damas de noche/que en asiento de atrás de un coche/no preguntaban/si las querías./Aves de paso,/como pañuelos cura-fracasos”


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