A veces te encuentras en las estrofas de todas las canciones mas tristes, cada palabra cantada retrata de forma mas certera tu estado, a la vez que algo en el centro más profundo de tu ser se hunde aumentando esa sensación de vacio que inunda tu mirada. No es solo nostalgia, es algo mas que no cabe en ningun concepto, lo cual jode, y mucho. Quizás sea la estandarización, es decir, el hecho de que tu alma quepa en algún recipiente etereo o sólido, o que alguién pueda leer donde ni siquiera tu llegas. O simplemente que ese espejo se forjó para los días donde ya no hay salida más que el alba, para buscar el reflejo de la derrota en medio de la batalla; para decirte, apelando a tu tristeza, que hoy, por lo menos, estas "tocado y jodido"
PD: "busco acaso un encuentro/que me ilumine el dia/y no hallo mas que puertas que niegan lo que esconden..."
lunes, septiembre 25, 2006
A veces
A veces te encuentras en las estrofas de todas las canciones mas tristes, cada palabra cantada retrata de forma mas certera tu estado, a la vez que algo en el centro más profundo de tu ser se hunde aumentando esa sensación de vacio que inunda tu mirada. No es solo nostalgia, es algo mas que no cabe en ningun concepto, lo cual jode, y mucho. Quizás sea la estandarización, es decir, el hecho de que tu alma quepa en algún recipiente etereo o sólido, o que alguién pueda leer donde ni siquiera tu llegas. O simplemente que ese espejo se forjó para los días donde ya no hay salida más que el alba, para buscar el reflejo de la derrota en medio de la batalla; para decirte, apelando a tu tristeza, que hoy, por lo menos, estas "tocado y jodido"
PD: "busco acaso un encuentro/que me ilumine el dia/y no hallo mas que puertas que niegan lo que esconden..."
PD: "busco acaso un encuentro/que me ilumine el dia/y no hallo mas que puertas que niegan lo que esconden..."
jueves, septiembre 07, 2006
Aves de paso
Desde aquel cuarto de basuras donde se me reveló la verdad del tesoro bajo la falda, por obra y gracia de aquel precioso proyecto de niña bien, orgullo y pecado del prototipo de españolitos de pro. Hasta aquella que me robó un beso o cien en una noche de verano donde perdí lo poco de honesto que preservaba mi ya abusada adolescencia, ebrio de sueños, de vino de pitarra y mentiras cargadas con la pólvora del que está dispuesto a largarlas y recibirlas.
Pasando por la vecina de un barrio rico de la América más opulenta, con pupilas oscurecidas por el morbo y la lascivia, germen de una sociedad hipócritamente casquivana; por la quinceañera de colegio de monjas y credo diario que me enseñó a besar, que me invitó a acariciar y perderme entre las páginas de piel y humedad en las que se escribe la peor y más maravillosa de las artes que hoy me envenenan el alma; por la más loca de las amantes que arrancó pétalos carmesí de mis labios y 7 adioses con su correspondiente “hola”.
A aquella que escandalizaba con su presencia, y que me eligió como partener un cuarto de noche, enseñándome entre las paredes de un lavabo que los más memorables capítulos de la vida se escriben con tinta distinta a la convencional. A mis amigas reconvertidas de las que hoy seguro que soy el único de los cuatro que conserva un más que buen recuerdo. A la que serví de huida de corto recorrido, a las que me pusieron por manto y sayo un engaño cómplice y que sellaron nuestro carnaval particular con un torpe “nos llamamos”. A la Mujer que con la sola ayuda de nuestros cuerpos me ayudó a escribir y representar mi noche “X”, con un Madrid prestándonos como escenarios improvisados los callejones de Chueca, un par de corazones en deshielo en el rol de secundarios y una mañana devolviéndonos abruptamente hacia el desenlace. A la reina de las fiestas que tiñó su falda entre eras recién segadas, la madrugada de su elección…
A las que no pertenezco y siguen en mi; a las que recuerdo pero se salen de los márgenes de lo confesable; a todas las páginas de una vida que aún sigue escribiéndose “A las flores de un día que no duraban,/que no dolían,/que te besaban,/que se perdían./Damas de noche/que en asiento de atrás de un coche/no preguntaban/si las querías./Aves de paso,/como pañuelos cura-fracasos”
Pasando por la vecina de un barrio rico de la América más opulenta, con pupilas oscurecidas por el morbo y la lascivia, germen de una sociedad hipócritamente casquivana; por la quinceañera de colegio de monjas y credo diario que me enseñó a besar, que me invitó a acariciar y perderme entre las páginas de piel y humedad en las que se escribe la peor y más maravillosa de las artes que hoy me envenenan el alma; por la más loca de las amantes que arrancó pétalos carmesí de mis labios y 7 adioses con su correspondiente “hola”.
A aquella que escandalizaba con su presencia, y que me eligió como partener un cuarto de noche, enseñándome entre las paredes de un lavabo que los más memorables capítulos de la vida se escriben con tinta distinta a la convencional. A mis amigas reconvertidas de las que hoy seguro que soy el único de los cuatro que conserva un más que buen recuerdo. A la que serví de huida de corto recorrido, a las que me pusieron por manto y sayo un engaño cómplice y que sellaron nuestro carnaval particular con un torpe “nos llamamos”. A la Mujer que con la sola ayuda de nuestros cuerpos me ayudó a escribir y representar mi noche “X”, con un Madrid prestándonos como escenarios improvisados los callejones de Chueca, un par de corazones en deshielo en el rol de secundarios y una mañana devolviéndonos abruptamente hacia el desenlace. A la reina de las fiestas que tiñó su falda entre eras recién segadas, la madrugada de su elección…
A las que no pertenezco y siguen en mi; a las que recuerdo pero se salen de los márgenes de lo confesable; a todas las páginas de una vida que aún sigue escribiéndose “A las flores de un día que no duraban,/que no dolían,/que te besaban,/que se perdían./Damas de noche/que en asiento de atrás de un coche/no preguntaban/si las querías./Aves de paso,/como pañuelos cura-fracasos”
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