Siempre hay un mínimo de dos opciones abiertas, es una especie de ley inmutable, que garantiza de forma implícita la supervivencia de las relaciones humanas. Por un lado nos encontramos con la que mal se identifica con el "carácter". Se caracteriza por ser la confrontación directa; el ataque previo a cualquier planteamiento sea este a favor o en contra; la definición de la postura a través del hecho más preclaro; la cobardía de parapetarse tras lo evidente o acogerse al inmovilísmo; el apucheramiento de la opinión divergente y la pobreza de argumentos. Se manifiesta a través del "no" por sistema y decreto, por la palabra siempre más alta y la total ausencia de emoción o por contra exceso de vehemencia.
En la otra orilla esta la "otra opción", dificilmente contemplada, y a menudo ninguneada o declarada, dentro del concurso de las relaciones humanas, como desierta aunque grite y aporree tras su prisión de silencio. Es la que se caracteriza por el uso de la razón; por esgrimir el argumento menos populísta; por hacer uso de la sana costumbre de la duda, al menos en su vertiente de "beneficio"; poco gratificante; pretende exponer sin someter ni someterse; une y anida en el seno del respeto. Se manifiesta a través del diálogo; siempre la precede la cuenta hacia atrás (3, 100, 1000...); es el perfecto exponente de lo que nos diferencia de otras muchas especies y se reconoce porque el paso del tiempo la eleva al altar de los valientes...
Es una lástima que una vez más sea la perspectiva histórica la que nos muestre lo grande que puede llegar a ser el género humano y es aún más triste que sea el presente el que siga sirviendo de pasto para esa máxima.
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