No se para quieen escribo, tampoco muy bien de quien me despido, ignoro los motivos, pero siento que los pensamientos vertidos en estos renglones, hoy no encuentran destino ni origen en los extremos de sus letras. Sueño con que sea en un futuro mi todo quíen emplee como guia estos fragmentos de alma, para recorrer los intrincados senderos del corazón de aquel, que ahora y siempre vivirá por ella, será a través de ella.
El otro día, los portazos en mi corazón llenaban de ruido mis ganas, hoy se cierran sigilosamente los pestillos de las contraventanas que dan al sur, dejando las estancias pobladas de espectrales formas, que anteayer fueron mi lugar de recreo, mi rincón preferido para soñar.
Las ideas de este lado de mi espiritu ya migran a zonas más cálidas, cuando el otoño se adelanta con los primeros pétalos con forma de suspiro. La nostalgia va rubricando los contratos con las proveedoras de sueños, con mis musas de número oculto o identidad cambiada, no cerrando nada, pero si dejando las cuentas saldadas. Todo parece en orden, al menos sobre las sábanas que ahora cubren el caos.
Poco queda que decir, mucho por expresar, pero así son las despedidas, o en este caso los hastaluegos, todo se precipita en los últimos instantes, dejando ese sabor agridulce en los labios, esa promesa colgada en la mirada, ese vacio tan grande que no se llena con nada. Uno sigue, siempre, aunque hoy se cuelgue en la entrada un cartel que reza "Cerrado hasta otro momento, disculpen las molestias ocasionadas, las ausencias injustificadas, las faltas y agravios sin rostro que abofetear; las revelaciones y patadas a convencionalísmos; las infidelidades de pensamiento; palabra; obra o comisión. Gracias por su asistencia.(...)