Nevó en Buenos aires, los milagros existen a pesar de lo que digan los gurús que hacen negocio con el estado de salud de nuestra tierra. La Recoleta se vistió de blanco, quizá por compromisos adquiridos mucho antes de los que hoy hacen memoria buscando un referente. La Plaza de Mayo esta vez escogió el luto oriental para llorar la verguenza eterna que acarrea derramar la sangre de inocentes. Corrientes, por un instante, tapizó con trampa los millones de pasos de propios, extraños y encontrados.
La emoción de los niños anuló el frío y acaparó ese calor que al otro lado del mundo se reserva para los meses de julio y agosto. Sus manitas con las palmas rojas y al borde de la congelación no dejaron de amasar recados para los amigos, vendettas para los profesores y guiños para las conquistas futuras.
Nevó cerca de la Tierra de Fuego, y fue en uno de esos días tontos en los que parece que no va a pasar nada distinto del anterior, y del anterior. La vida te da sorpresas y a veces son tan sencillas que derrumban con su simple lógica el complejo castillo de naipes en el que nos encerramos con el pasar de los años, siguiendo una torpe tradición bastante común entre los mortales.